Paternalismo, “padres helicóptero” y voto cautivo

 

El término “paternalismo” es de origen anglosajón. El Oxford English Dictionary lo define como “el principio y la práctica de la administración paternal; el gobierno como un padre; la pretensión o el intento de suplir las necesidades o regular la vida de una nación o comunidad de la misma forma que un padre hace con sus hijos”.

Las primeras muestras del uso del término aparecieron en algunos artículos periodísticos ingleses de finales del siglo XIX. El paternalismo es un mecanismo de sustitución de decisiones, en el que una persona impone a otras realizar acciones que éstas últimas no realizarían necesariamente. Básicamente consiste en aplicar las tradicionales formas  de autoridad protectora y controladora del padre de familia, a las relaciones sociales de otro tipo y en otros ámbitos: mundo laboral, político, etc. Se justifica a si mismo aduciendo que muchas personas no conocen lo que en realidad les conviene para su propio bienestar ni cómo lograrlo, como en el caso del padre de familia que toma las decisiones del hijo que aún no puede decidir por sí mismo.

El paternalismo fue siempre una expresión muy contestada, porque la intervención no pedida e impuesta se consideró un autoritarismo disfrazado. Para un autor actual “cuando el paternalismo liberal pretende utilizarse como excusa para incrementar el intervencionismo estatal, se vuelve una amenaza directa para nuestras libertades”. (Juan R. Rallo). Pero existen objeciones mucho más antiguas, como por ejemplo, la siguiente: “Un gobierno erigido sobre el principio de la benevolencia hacia el pueblo como la de un padre hacia sus hijos, esto es, un gobierno paternal en que los súbditos se ven forzados a comportarse de modo puramente pasivo, como niños incapaces que no pueden distinguir lo que les es verdaderamente provechoso o nocivo…es el mayor despotismo pensable” (Emmanuel Kant, 1793)

Los inconvenientes del paternalismo serían menores si la referencia utilizada hubiera sido la de la autoridad participativa que promueve la autonomía responsable, en vez de la autoridad como mero control. Esto último vuelve a estar de moda, quizá como reacción pendular a una larga etapa de permisivismo educativo. Se observa en los “padres helicóptero”, una metáfora que expresa la actitud de sobrevolar constantemente sobre sus hijos para espiarles con objeto de protegerlos de cualquier dificultad que puedan encontrar.

Este estilo parental está llegando a ser epidémico en algunos países, sobre todo en Estados Unidos. Se trata de padres  excesivamente protectores con sus hijos, hasta el punto de sustituirlos en la resolución de todos sus problemas, lo que frena su autonomía  y daña su salud mental actual y futura (Glass y Tabasky, 2013)

En una viñeta de humor se ve como una mamá le está haciendo los deberes a su hijito, que consisten en escribir en una pizarra 40  veces la frase “debo aprender a hacer las cosas solito”.  Cuando llega a la 39 la mamá le entrega la tiza al niño mientras le dice: “¡Toma, la última escríbela tú!”.

El paternalismo actual está considerado como un regreso al  despotismo ilustrado del siglo XVIII, cuyo lema fue “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Se da en diferentes ámbitos: político, empresarial, médico y jurídico.

El paternalismo político se produce cuando el Estado interviene en todo tipo de decisiones,  asumiendo el rol de un padre que establece las reglas de su hogar. Promete a los ciudadanos que velará por sus intereses a cambio de su voto, lo que crea una relación de dependencia y subordinación. Una investigación del economista Gustavo Lazzari  reveló como la entrega  de planes sociales y de empleo público contribuyen a fomentar el clientelismo o voto cautivo, en el que los recursos públicos son utilizados como activos electorales.

Lo inadmisible no siempre es el mensaje, pero sí la imposición, tratando a personas adultas como si aún no lo fueran. Dos ejemplos de paternalismo político: 1/con el pretexto de fomentar la virtud del ahorro se fomenta que todos los ciudadanos suscriban un plan de pensiones particular para complementar la exigua pensión estatal; 2/con el pretexto de facilitar el traslado de los alumnos a la escuela, se obliga a los padres a matricular a sus hijos en la escuela más cercana a su domicilio, aunque no sea la preferida,  lo que va contra la libertad de enseñanza.

Lo más preocupante es que el ciudadano se acostumbra a estos paternalismos, aceptando que el gobierno sabe mejor que él qué es lo que más le conviene.

Para prevenir el paternalismo  es fundamental educar la libertad en el ámbito de  cada familia, lo que conlleva aprender a informarse, a elegir y a decidir; además es preciso ejercer una autoridad dialogante que fomente la autonomía responsable de los hijos.

Gerardo Castillo Ceballos, Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra.

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