Cómo ayudar a los niños con altas capacidades.

Revista Misión

Lejos de lo que se suele pensar, tener una capacidad intelectual excepcional no significa que un niño pueda hacerlo todo por sí mismo, sino más bien al contrario, se trata de un alumnado que tiene necesidades específicas de apoyo educativo (y así lo reconocen las sucesivas leyes educativas), exactamente igual que lo tienen los niños con retraso madurativo o con algún trastorno de atención o aprendizaje. 

Pero ¿por qué un niño con una capacidad cognitiva extraordinaria tendría que necesitar apoyo educativo? La cuestión crucial es que estos alumnos no son simplemente niños o adolescentes con una gran inteligencia, sino que pueden presentar características complejas como el desarrollo asincrónico cognitivo y emocional, alta sensibilidad o perfeccionismo, excitabilidad, bajo rendimiento académico, distracción o falta de motivación con los contenidos impartidos en clase.  “A nivel empírico está demostrado que el alumnado con altas capacidades aprende de una forma cuantitativa y cualitativamente distinta, y ya sólo por esto se justificaría una atención -diferenciada”, explica César Arellano, pedagogo, Máster en atención a alumnos con altas capacidades en el National Research Center on the Gifted and Talented de EE. UU. y director del Centro Renzulli para el Desarrollo del Talento en España. Pero, además, los alumnos con estas características presentan una disincronía importante con la que hay que saber lidiar: “Tienen una cognición extraordinaria y precoz, pero quizá otras áreas como la psicomotora o el desarrollo madurativo en general no están tan desarrolladas, por lo que se produce un contraste interno con el que hay que tener cuidado a la hora de trabajar”.

Fracaso  escolar

Una de las cuestiones más dramáticas es que hay alumnos con altas capacidades que tienen fracaso escolar.  Y esto es así porque tener una alta capacidad no significa alcanzar automáticamente una alta competencia a nivel educativo. “Está claro que si a una persona muy capaz no se la atiende, no se la incentiva para que trabaje de forma constante, disciplinada, con estudio y persistencia, esa alta capacidad no tiene por qué traducirse en una alta competencia. Si la alta capacidad no se atiende, en absoluto se va a cristalizar en un logro académico, por lo que el alumno podría perder la posibilidad de desarrollarse y lograr cosas importantes”, subraya Arellano.

Por esta razón, lo primero que hay que conseguir es identificar a los niños con altas capacidades, no para colgarles una etiqueta, sino para conocer sus fortalezas y debilidades, y para proporcionales la atención educativa que necesitan, puesto que en el ámbito de las altas capacidades no hay dos niños con las mismas potencialidades.  

Programas de apoyo

El drama es que se identifican muchos menos alumnos con altas capacidades de los que realmente hay, lo que significa que la mayor parte de este alumnado no recibe el apoyo educativo que necesita para desarrollar su potencial y que la falta de atención específica podría incluso estar engrosando las cifras de fracaso escolar. 

Según los últimos datos del Ministerio de Educación, en el curso 2020-21 sólo recibieron atención específica a las altas capacidades 34.609 alumnos en Primaria y Secundaria, lo que supone un 0,7 % del total de alumnos matriculados en estas etapas. Si se calcula que entre el 5 y el 10 % de la población tiene altas capacidades, esto quiere decir que más del 90 % de los alumnos con estas capacidades no está siendo ayudado con todas las medidas que contempla la ley en estos casos, como son los programas de enriquecimiento, ampliación o aceleración curricular, así como apoyo socioemocional.

Alto potencial

El Centro Renzulli que dirige César Arellano ha desarrollado el Plan Potencia, un programa de apoyo a los centros educativos para poder detectar y trabajar no sólo con alumnos de altas capacidades sino con todos aquellos que tienen un  “alto potencial”. Este concepto, que es más amplio que las altas capacidades, engloba también a los alumnos que tienen un gran rendimiento académico, que están altamente motivados hacia el aprendizaje o que tienen un talento específico en una o varias áreas, y que no siempre están recogidos en las normativas españolas sobre altas capacidades, como por ejemplo el arte o la interpretación. 

Para detectar a los alumnos con alto potencial, en el Centro Renzulli se utilizan dos vías. Por un lado, se aplica a los alumnos una prueba de capacidad intelectual general breve y, aunque es una prueba imperfecta, sí permite detectar con mucha fiabilidad a los alumnos que tienen facilidad para razonar y aprender en contextos novedosos. “Se trata de una prueba que evalúa muy bien la capacidad para razonar de forma abstracta sin necesidad de haber estudiado o de conocer un vocabulario muy amplio”, explica Arellano. Pero además de esta prueba, los profesores nominan a aquellos alumnos que consideran que tienen un alto potencial. “La nominación sólo puede hacerla un tipo de profesorado formado y cualificado”. Únicamente en algunos casos puntuales se aconsejaría hacer pruebas adicionales al alumno para identificar si, además de alto potencial, tiene altas capacidades.

Una vez que se identifica a los alumnos con alto potencial (del 10 al 15 % del alumnado) se empieza a trabajar con ellos. La primera medida es incorporarles algunas horas a la semana a un aula de enriquecimiento en horario escolar en el que hay un máximo de 12 alumnos. En este entorno se les propone un modo de trabajar más ajustado al reto óptimo que necesitan y en temas que son de gran interés para ellos. La segunda medida es la línea de aceleración, que les permite avanzar a su propio ritmo y promocionar de curso si así lo necesitan. Y existe una tercera medida, la ampliación curricular, que incorpora diferenciaciones en la propia aula en función de las necesidades del alumnado: modifica los contenidos, los procesos o los productos, es decir, lo que trabajan, cómo lo trabajan y el producto final que se evalúa (exámenes, trabajos, etc.). 

Identificar y atender el talento para que este no se frustre no es sólo un acto de justicia hacia el alumno, sino un bien para una sociedad que necesita de personas que puedan poner su potencial al servicio de todos.

Los padres, sobre la pista

Los primeros que pueden detectar que un niño tiene altas capacidades son sin duda sus padres. ¿Y qué signos podemos ver en nuestros hijos? Arellano explica que “podemos identificar que nuestro hijo tiene una forma de razonar distinta, que nos sorprenda realmente o que nos parezca propio de personas mayores o creativas. Además, puede llamarnos la atención las preguntas que plantea, cómo las plantea y sobre qué temas, ya que normalmente pueden tener intereses poco habituales en los niños de su edad. También es llamativa la facilidad que tienen para aprender, retener cosas, conectar y tirar del hilo. Y una forma menos habitual de detectar a estos niños es porque suelen ser muy sensibles y empáticos, que procesan las cosas que ocurren con un grado de mayor profundidad”.

Identificar las altas capacidades

Todavía existen prejuicios hacia las altas capacidades y, por sorprendente que parezca, hay personas que prefieren no conocer esta información o incluso no comunicárselo al niño en cuestión. César Arellano considera que es beneficioso identificar esta característica en los niños para poder atenderlos según sus necesidades y conviene informar de ello al propio alumno, pero afirma que hay que adecuar la información a su edad y también a su forma de ser. “No se trata de colocar la etiqueta de las altas capacidades, sino de conocer tanto las fortalezas cognitivas y no cognitivas como los puntos débiles personales; más que conocer si tengo altas capacidades o no, es conocerse a uno mismo. La etiqueta es un recurso administrativo, pero detrás hay unas necesidades personales, socioemocionales y didácticas que hay que atender”, resalta el pedagogo.

Artículo publicado en la edición número 69 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más le