BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on mayo 2, 2020
Vuelvo al tema iniciado en una entrada anterior, tras el paréntesis dedicado a C.S. Lewis y El Señor de los Anillos. Se trata de un conjunto de sugerencias que, me parece, pueden ayudar a los directivos a tomar decisiones que respeten la dignidad de las personas (empleados, pero también proveedores, clientes, distribuidores, etc.) y conviertan la empresa en una auténtica comunidad de personas. No las desarrollaré, porque me parecen obvias.
- Las personas tienen una vida personal, familiar y social que va mucho más allá de su trabajo en la empresa: reconocer esto es una buena base para las relaciones con los demás directivos y empleados.
- Respeta su dignidad, libertad y autonomía personal. Dales responsabilidades, para que las asuman y desarrollen su iniciativa.
- Evita que se hagan dependientes: por ejemplo, cuando te pidan criterio sobre cómo actuar en algún caso, pídeles que te den primero su opinión, y luego, si conviene, ayúdales a entender por qué no era adecuada.
- Las personas se comprometen cuando se sienten libres y ven claro el bien al que se dirigen. Dales conocimientos, capacidades y medios para que puedan actuar y decidir eficiente y moralmente y cumplir sus objetivos. Facilita la emergencia de sistemas informales para generar colaboración y superar los conflictos.
- Trátales con exigencia amable, para que se superen y busquen siempre la excelencia en sus actuaciones. Ponles retos adecuados al nivel de sus capacidades y situaciones.
- A la hora de corregir, supera la cobardía de mirar hacia otro lado, pero corrige con respeto y paciencia; censura el error, no la persona. Y ayúdales a que reconozcan sus fallos.
- Cultiva su conciencia: que entiendan qué tienen que hacer y por qué. Exígeles un comportamiento íntegro. Elimina los incentivos perversos que pueden moverles a actuaciones inmorales.
- Ofréceles oportunidades de formación, pensando en ellos y no solo en los beneficios. El directivo inmediato debe sentirse responsable de la formación de los empleados en el puesto de trabajo.
- Desarrolla la capacidad de hacer de las personas, dándoles confianza para que actúen de modo responsable y autónomo; que desarrollen sus conocimientos, capacidades, disposiciones y virtudes; que sean responsables de la aplicación de sus propias capacidades a su trabajo y puedan alcanzar sus propias metas, dentro de lo que necesita la empresa.
- Ayúdales a pensar, de modo que, a la hora de juzgar o de decidir, se pongan en el contexto adecuado: por ejemplo, tratando de entender el porqué de las actuaciones de otras personas.
- Acepta sus limitaciones e imperfecciones, y que ellos las reconozcan también. Pero procura con paciencia que se esfuercen por superarlas.
- Evalúa el cumplimiento de los encargos, lo que han conseguido y las desviaciones: esto no tiene por qué ser un juicio sobre las personas. Que ellos sean capaces también de valorar sus actuaciones con objetividad.
- Manda sin humillar. Dirigir no consiste principalmente en dar órdenes. Respeta la inteligencia y la voluntad del que obedece.
- Conviene que el jefe inmediato dé feedback frecuente al empleado, sobre todo si es reciente, reconociendo el buen trabajo cuando lo hace, ayudándole a rectificar cuando proceda y animándole en su desarrollo.