¿Se aprende mejor participando en clase?

¿Qué hace un “buen estudiante”? Toma apuntes, presta atención y guarda silencio, mientras el docente explica: esta sería una respuesta habitual. Es decir, el profesor o profesora como protagonista, y los estudiantes con una actitud pasiva. A menudo, este se considera el mejor modelo para sacar buenas notas.

Las metodologías activas proponen algo diferente: un aprendizaje basado en la participación del alumnado. Se trata de que tenga una actitud activa, para lo que el profesorado ha de brindarle espacio. Pero ¿realmente este cambio mejoraría el rendimiento?

En una reciente investigación tratamos de responder a esta pregunta centrándonos en las competencias de Comunicación lingüística, Inglés, Matemáticas y Ciencia y Tecnología. Para ello, utilizamos los datos del alumnado que cursa el sexto curso de primaria en las Islas Canarias.

El rol del profesorado

La sociología de la educación señala que impartir las clases de una forma u otra no sólo tiene consecuencias en cómo se aprende: influye en el clima del aula. Y eso se traduce en una mayor o menor atención, respeto, seguridad y confianza.

En nuestra investigación analizamos cómo se comporta el profesorado; es decir, el rol que juega en el aula. En concreto diferenciamos dos estilos docentes: el directivo, como ejemplo de práctica docente tradicional, y el participativo, como práctica docente activa.

También tuvimos en cuenta dos tipos de relaciones. Las afectivas, es decir, el apoyo emocional que recibe el alumnado en forma de seguridad, respeto o escucha. Y las educativas, relacionadas con el apoyo en el aprendizaje, como las respuestas a las preguntas o los consejos para mejorar.

Según nuestros resultados, el estilo docente influye en las relaciones que se dan entre el profesorado y el alumnado. En particular, el estilo participativo genera buenas relaciones con el alumnado; mientras que con el estilo directivo estas relaciones no son tan positivas.

¿Qué da mejores resultados?

A partir de lo anterior, nos preguntamos si el rol del profesor o profesora afecta a las notas del alumnado. Nuestros resultados indican que si el profesorado tiene un rol activo las notas son mejores que si tiene un rol tradicional. Es decir, disponer de espacio para participar en clase y unas buenas relaciones entre profesor y alumno mejora los resultados.

Nuestros datos también subrayan el peso de las relaciones en el rendimiento. Sobre todo, el de las relaciones afectivas. El apoyo emocional del profesorado juega un papel muy importante en el aprendizaje. Por eso es tan necesario prestar atención a los vínculos con el alumnado.

No basta con reflexionar sobre las formas en las que se imparten las clases, también hay que prestar atención al efecto que tiene en el alumnado la forma en la que se le hace llegar la lección. ¿La forma de dar la clase les anima a participar? ¿Les proporciona seguridad y confianza? ¿Les estimula a querer aprender?

Trasladarlo a las aulas

Estos resultados apoyan una mayor presencia de las metodologías activas en las aulas. No solo porque mejoran las notas, sino porque promueven la implicación del alumnado y las buenas relaciones con el profesorado. Es decir, el rol activo genera un clima del aula mucho más positivo que el rol tradicional.

Trasladarlo a las aulas requiere, en primer lugar, del compromiso de las autoridades educativas, pero también de la formación del profesorado. Al fin y al cabo, aumentar la presencia de las metodologías activas supone nuevas maneras de dar las clases y de relacionarse con el alumnado que no todos los docentes conocen y saben aplicar.

Autores:Octavio Díaz Santana, Profesor de Sociología, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria; María-Eugenia Cardenal, Profesora de Sociología, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Sara María González Betancor, Profesora Titular de Universidad, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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