Inmersos en el mundo del coronavirus, es lógico que sigamos dándole vueltas a lo que nos pasa y a lo que nos pasará. Aquí quiero comentar las reacciones de las empresas a la epidemia y, principalmente, al confinamiento, que es el desencadenante principal de la crisis económica en la que nos encontramos.
Si lo que las empresas aprecian es una caída de la demanda, una desorganización de su cadena de suministroy el cierre total o parcial de sus instalaciones, lo que van a hacer es, en términos generales, lo mismo:
- Reducir costes, sobre todo laborales: salarios, jornada, empleo… pero también otros costes no absolutamente necesarios.
- Buscar liquidez, caja. Porque hay que seguir pagando y muchos ingresos han desaparecido: retrasar pagos, reducir inversiones, pedir créditos…
- Cuidar la salud de sus empleados, pero también de sus clientes.
- Reorganizar el sistema productivo, principalmente mediante el trabajo a distancia y reordenando su cadena de suministro, hacia atrás (proveedores) y hacia adelante (distribuidores y clientes).
Todo esto son respuestas lógicas, racionales, desde el punto de vista técnico y económico. Todas, o casi todas, lo han hecho. Las diferencias importantes están en el cómo.
Hemos explicado ya muchas veces cómo se comportan lasempresas éticas y socialmente responsable. Pensemos, por ejemplo, en las decisiones que afectan a los empleados. Unos aplicarán lisa y llanamente lo que dice la ley y el contrato. Otras irán más lejos. Intentarán hablar con sus empleados, explicándoles su situación y las posibilidades que tienen de mantener sus contratos, sus horas y sus remuneraciones; si no lo han hecho en el pasado, no sabrán cómo hacerlo ahora, y no tendrán buena acogida por parte de sus empleados. Pero si tienen una cultura de diálogo, es más fácil llegar a acuerdos, sobre todo porque las incertidumbres sobre el futuro son enormes, para unos y para otros. Por eso es importante explicarles qué plan de supervivencia tenemos para los próximos meses, bajo diversos escenarios, y cómo podremos gestionar el empleo y la remuneración en función de esos escenarios. Si en el pasado fuimos leales, es más fácil que los empleados nos entiendan y estén dispuestos a apostar por nuestras propuestas, aunque sean muy inseguras. Y si en el pasado les engañamos… ahora no nos creerán. O sea, ahora tenemos una manera de comprobar cómo fueron nuestras políticas de personal en los años buenos…
Hablar con los empleados supone enterarse de qué esperan de nosotros, qué les hemos dado en el pasado y qué les podemos pedir ahora. El cómo les comunicamosestas cosas es importante. Trátalos con respeto, porque se lo merecen, porque son personas. Y piensa cómo puedes ayudarles, también a los que tendrás que despedir. Una cosa es decirle «no hace falta que vuelvas mañana» y otra muy distinta preguntarles por sus circunstancias, oportunidades y dificultades.