Fuente: El Economista.
Cuando hablamos de las posibilidades de los jóvenes en el mercado laboral, no podemos olvidar la situación en la que se encuentra nuestro país, en relación a otros países de su entorno. Según los datos de la OCDE el paro entre los más jóvenes (de 16 a 24 años) alcanzó el 42% en junio de 2020, 10 puntos más que al comienzo de la pandemia, suponiendo «más del triple del crecimiento en la tasa de paro de los trabajadores de más de 25 años» destaca el organismo internacional. Además, la tasa de paro entre los menores de 25 años, según Eurostat, es del 37,1%, más del doble que la media de desempleo juvenil de la Eurozona. Si tenemos todo esto en cuenta, vemos la importancia que adquiere para las personas jóvenes españolas, entender el funcionamiento del mercado laboral desde una edad temprana.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentan estos jóvenes son las fuertes barreras de entrada que presenta el mercado laboral español. Así, uno de los requisitos de la mayoría de las ofertas de empleo publicadas en nuestro país es la experiencia previa,incluso para perfiles junior. Obviamente, para las personas jóvenes que acceden al mercado laboral por primera vez, esta falta de experiencia para optar a un puesto de trabajo, se traduce en una dificultad añadida a la hora de entrar en el mercado y conseguir un empleo. Plantear medidas que faciliten a las personas jóvenes un acceso más sencillo frente a estas situaciones es fundamental. Por una parte, desde las instituciones, se debería fomentar más programas o iniciativas que promuevan la incorporación de los jóvenes al mercado laboral. Por otro, y desde el punto de vista de las empresas, es necesario incentivar los programas de prácticas e incorporación de talento joven para que las personas recién tituladas adquieran esa experiencia tan necesaria que les facilite el acceso a empleos de calidad.
Pero la experiencia previa no es la única barrera de entrada para los jóvenes españoles en nuestro mercado laboral. Tradicionalmente, los procesos de reclutamiento en España se han centrado en la identificación de los conocimientos técnicos y la experiencia laboral, pero actualmente, en nuestro país, existe una mayor demanda de profesionales que posean habilidades que van más allá de la propia titulación que, aunque sigue siendo importante, ya no es el único requisito.
Los jóvenes españoles inician su trayectoria en el mercado laboral con una alta cualificación técnica formativa, y por lo general, con competencias digitales que les ayudan a desempeñar de forma eficiente sus puestos de trabajo. Pero no están tan formados como deberían en las denominadas soft skills, es decir, aquellas habilidades que las personas desarrollan independientemente del perfil profesional o de las habilidades técnicas, y que se pueden transferir a cualquier tipo de sector o área de conocimiento en el que se trabaje.
La importancia que las soft skills han adquirido para las empresas españolas es cada vez mayor en un entorno laboral cada vez más digitalizado y orientado a la robotización. Ya que estas habilidades desempeñan un papel fundamental para mantener la competitividad y la productividad de las organizaciones, como señala el último informe «Tendencias en el entorno laboral 2020: las habilidades del futuro» realizado por Udemy for Business.
Respecto a cuáles son estas soft skills más demandadas por las empresas, el mismo informe explica cómo se encuentran en una posición destacada y se consideran clave para el desarrollo de cualquier empresa, todas aquellas que tienen relación con el aspecto social del trabajo, como son el trabajo en equipo, la resolución de problemas o la empatía. También la mentalidad de desarrollo, la creatividad, la capacidad de concentración, la innovación, las dotes de comunicación, la concienciación de las diferentes culturas, el pensamiento crítico, el liderazgo o la inteligencia emocional.
No podemos perder de vista que el desarrollo de habilidades como las mencionadas será fundamental en los próximos años para hacer empleables a las personas jóvenes que busquen un nuevo puesto de trabajo o que quieran mejorar su trayectoria profesional.
Por ello, hay que apostar por una mayor colaboración entre las empresas y las universidades y centros educativos, con el fin de ajustar las demandas de perfiles del mercado con la formación que se diseña e imparte a los jóvenes españoles. El objetivo de esta colaboración debería ser desarrollar las competencias que las organizaciones están demandando más y establecer programas de incorporación de este talento joven en las empresas. Ya hay numerosas iniciativas en este sentido, pero la realidad es que, como los datos del inicio muestran, no son suficientes. Habrá que seguir trabajando desde las instituciones, empresa y universidad en este sentido.